A través del arte, Alejandría Cinque ha encontrado un medio para reflejar lo oscuro desde una visión estética. Acaba de publicar el cuarto volumen de #WeAre, un fanzine donde retrata la ‘Generación Desechable’ –nombre que viene por el tipo de cámara con el que toma fotos. Y este 25 de enero hace una performance en la fiesta Absolut Manifesto sobre los individuos disidentes. Hablamos con este artista multidisciplinar, y ante todo visual, sobre Madrid, la noche, y sobre romper con la lógica estándar.
Fotografía, dibujo, performance, acción. Podríamos decir que eres una artista total. ¿Cuál es el nexo conector de la totalidad de tu obra?
Durante el tiempo que estuve en la facultad de Bellas Artes me enseñaron las técnicas más tradicionales, pero soy una persona que se cansa enseguida de esa monotonía y en seguida me apetece explorar cosas nuevas –aunque mucha gente me ha dicho siempre que debería centrarme en algo. Supongo que el nexo de unión entre todas las disciplinas que practico es que las hago yo y que tienen que ver directamente con mi vida o mi contexto; al final acabo buscando siempre diferentes formas de narrar y según el motivo encuentro un medio más apropiado u otro. Me gusta la práctica artística como un medio de comunicación y prefiero hacerlo en imágenes, desde la fotografía hasta la práctica más compleja como es la performance.
Cuando hablas de Avecilla, el piso en el que vives, cuentas que quienes vivís allí sois una suerte de familia disfuncional. ¿Cómo es el día a día?
Esta casa la reformé con mis antiguas compañeras de piso y forma parte de una red de gente del sur de Madrid. Por aquí transita mucha gente, que es esta familia disfuncional a la que me refiero porque somos un núcleo de amigos que tenemos una convivencia muy estrecha. Esta familia no está formada por miembros con nexos biológicos y es disfuncional o líquida porque la gente entra o sale según la temporalidad o los sentimientos de cada uno. Es una pequeña burbuja en la que todos, más o menos, estamos en una sintonía ideológica y la apreciamos de una manera muy concreta. Somos subjetividades que en la gran esfera hemos sido peor vistas y hemos creado este entorno amable donde nos sentimos cómodas, amables, respetadas, y donde cuidamos que todo eso sea posible.
Acabas de presentar el número 4 de tu fanzine #WeAre, ¿qué nueva visión de la Generación Desechable abordas en él?
Para mí, ‘generación desechable’ es un término abstracto que surgió de la idea de, precisamente, el medio que estaba utilizando para retratar a las personas que necesito inmortalizar de alguna manera: las cámaras desechables. En cierta forma es una analogía del término que fue un poco azarosa. Reflexionando sobre este proyecto pude encontrar el origen en un año de campamento en el que hice muy buenas migas con las chicas y el último día me apeteció retratarlas una a una, siendo consciente de que ese momento no se iba a volver a repetir.
Ahora mismo, hago algo muy parecido: hay mucha gente a la que retrato y sé que no me la voy a volver a encontrar porque son producto del azar. Me gusta tener el registro de que me he encontrado con esa persona y hemos compartido un micromomento. Otras, sin embargo, forman parte de mi día a día; hay gente que está ahí plasmada y con la que llevo desde que empecé a hacer fotos hace diez años.
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¿Qué tienen en común todas las personas que aparecen retratadas en #WeAre?
Mucha de la gente que fotografío simplemente me atrae por su actitud, su cara, su look; y además son personas que no conozco. Hacer el ejercicio de pedirles la foto es una excusa para conectar con la gente que me apetece conocer. La mayoría de las imágenes también reflejan momentos de éxtasis colectivo en el que todos estamos en comunión. La Generación Desechable es la que es cuando se genera el momento. Somos personas que compartimos y nos evadimos de esta locura que es la realidad.
¿Cómo describirías a esta Generación Desechable en tres palabras?
Estado alterado de conciencia. Me gusta mucho encontrar luz en la oscuridad de la noche: los clubs, las drogas, y el alcohol tienen algo muy sucio u oscuro, pero las personas retratadas en mis fotografías aparecen con poses, luces y rostros muy estéticos. En realidad, así se vive cuando estás en el momento.
Para llevar a cabo este proyecto, hablas de homogeneizarse con el objeto estudiado, para posteriormente realizar un espionaje fraternal. ¿En qué consiste este tipo de espionaje?
Este proyecto nació de una forma muy intuitiva. En una época en la que salía constantemente de fiesta sentía la necesidad de hacer algo productivo. Pensar en mí como artista y fotógrafo de la noche surgió la idea del espionaje. Me incorporaba junto a los otros fotógrafos de fiesta y me diferenciaba de ellos a través del formato y de la elección de las personas retratadas. Muchas de ellas ni siquiera son conscientes de ello y son las que más me interesan porque se trata de un trabajo de documentación. Mis fotos son las que son porque, al fin y al cabo, se trata de mi gente y de los ambientes en los que me muevo; sino, serían otras y la construcción de la imagen sería más impostada. Me gusta mantener la autenticidad del momento lo máximo posible.
¿Cómo imaginas que será el futuro de esta generación que aparece en #WeAre?
#WeAre está muy vinculada a Madrid y yo lo siento así, la mayoría de personas retratadas son personas de aquí o han pasado por la ciudad. Al final, el futuro de la generación #WeAre será fruto de cómo les ha tratado Madrid. Es un punto de encuentro en el que mucha gente entra y sale pero siempre necesita volver porque es una ciudad que engancha. En cierto momento el colocón se pasa y llega la resaca; yo creo que el futuro de #WeAre es una resaca bien grande.
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¿Qué elementos del día a día te estimulan o inspiran?
Para desarrollar mi práctica artística miro mucho en mí, en los lugares, en lo que me rodea. Todo lo que hago tiene que ver conmigo, con mi identidad, con la gente de mi alrededor, con mi ideología. Hay muchas cosas que atraviesan mi vida que siento que se contraponen mucho a las lógicas estándares, y por eso siento que puede ser interesante tratarlas desde un ámbito que pueda ser comunicado a más gente.
El próximo 25 de enero, dentro del festival Absolut Manifesto, presentas en exclusiva una nueva performance, ¿qué podemos esperar de ella? ¿Puedes darnos alguna pista del concepto detrás de esta pieza?
Este festival tiene como premisa ser un manifiesto de discursos de igualdad, de amor, y de conciencia ecológica sobre el futuro. La curaduría que han seguido para seleccionar a todos los artistas que estamos involucrados ha partido de enfatizar estas ideas a través de nuestro trabajo, fomentando también la visibilización de lo queer. Lo que presento es una performance conjunta. Formaremos parte de una instalación que estará activa durante toda la jornada del 25 de enero. Es un símbolo de la resistencia, cansancio y agotamiento que llevan los cuerpos de subjetividades disidentes.
¿Qué próximos proyectos tienes en mente?
Estoy empezando a trabajar en producción de sonido para un vídeo que haré en colaboración con María Forqué. Además, quiero estrenar un fashion film en primavera, un tanto politizado. También me encuentro trabajando en mi próxima pieza escénica, que está basada en la figura del demonio como primera figura homosexual. Ah, sí, y #WeAre5.
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